A la autora se le ve el plumero de lejos en esta novela. A mi me gustan las narraciones que se desencadenan desde un punto de vista ecuánime y en el que el autor cuenta con la elegancia de no mostrar sus ideas o prejuicios y menos de una manera tan penosa e infantil en el que todo se diferencia en dos términos: buenos y malos. Diré que después de ver cómo temas como las violaciones a monjas son tratadas como meros hechos anecdóticos y en cambio los actos de los malos (según su punto de vista) parece que los hace el mismísimo diablo, me permito la libertad de aconsejar a la autora que siga escribiendo libros de sexo, que es más lo suyo y se le da mejor.
hace 9 años