Jacinto Soto es un cura de existencia discreta, aunque de vida afectiva un tanto irregular y apasionada. Y va a descubrir que aún desde su periférica posición en la sociedad puede verse envuelto en ambiciosas tramas ajenas que pongan en peligro no ya su vida futura en la que cree menos de lo que debiera, sino su propia existencia física, y la de Pilar, una extraña mujer que va a cruzarse en su vida de la forma más insospechada y profunda. Pero el padre Soto no es un héroe ni un malvado, sino quizá tan sólo el paradigma de tantos seres que intentan ser felices sin molestar demasiado a los demás, y que en algunos momentos descubren lo inmensamente solos que están, al tiempo que las grandes posibilidades de afecto que pueden dar y recibir cuando aciertan a pulsar las teclas apropiadas. ¿Dónde debe terminar la obediencia y comenzar la insubordinación? ¿Qué están primero, los ideales o las personas, por lejanas y desconocidas que éstas sean?