La vida es momentos, segundos interpuestos en el fluir cotidiano, momentos segmentados por la luz y la oscuridad. La vida son reflejos, aleteo fugaz, destellos de pequeñas historias que resuenan después, cuando ya las hemos vivido, en la fantasía, ese refugio oculto de los recuerdos. La vida se entrelaza así con recuerdos oblicuos de instantáneas fugaces, se cuenta en arco iris de escamas que subyacen a la sensación del tiempo, se lee en figuras reflejadas en el paso subrepticio de esos minutos que fluyen. La vida está cosida en experiencias, matices, recuerdos, sentimientos e historias y se refleja en destellos efímeros esbozados en las páginas de la memoria. En el estanque de los peces dorados se recogen estas historias, cometas de luz que sombrean las estrellas, esbozadas en la mágica realidad de la vida cotidiana. En el estanque de los peces dorados, nadan marcos perennes de recuerdos, intercalados con segundos de vida.