¿Y si todo lo que creías saber sobre el bien y el mal se desmoronara en un pequeño pueblo cubierto de niebla? En El juego del lobo, Malenka Ramos nos sumerge en una historia tan oscura como adictiva, donde el pasado vuelve para ajustar cuentas y nadie es quien dice ser.
En Lambra, un pueblo del norte, aparecen varios cadáveres en una antigua iglesia. Todo apunta a un suicidio ritual, hasta que los investigadores Adam y Bruno descubren algo inquietante: el nombre del propio Adam grabado en la pierna de una de las víctimas. Nada encaja. Ninguno de los fallecidos es del pueblo y la autopsia revela que fueron obligados a quitarse la vida.
La trama se complica al conectar los hechos actuales con un orfanato desaparecido hace treinta años, donde se practicaba un siniestro “juego del lobo” entre niños, lobos, ovejas y conejos. Un experimento psicológico traumático disfrazado de juego, que marcó a fuego a quienes sobrevivieron. Solo uno logró escapar ileso... o eso parecía.
La ambientación es uno de los puntos fuertes: niebla, humedad, frío y secretos enterrados bajo capas de silencio. El pueblo es acogedor, pero algo acecha bajo la superficie. La autora crea una atmósfera envolvente que sumerge al lector en una tensión constante.
Los personajes están muy bien desarrollados. Adam y Bruno no solo investigan, sino que arrastran sus propios traumas. Bruno, en particular, lucha con recuerdos que no son suyos y una tragedia que lo marcó. Los giros de la trama, los secretos del pasado y las identidades cambiadas mantienen viva la intriga hasta el final.
La narración alterna entre la investigación y la mente del asesino, creando un thriller psicológico brillante, con capítulos breves, ágiles y diálogos que aumentan el suspense. Nadie está a salvo. Nadie es inocente. Y nadie olvida.
En resumen, El juego del lobo es una novela absorbente, oscura y repleta de giros, perfecta para quienes disfrutan del misterio, el suspense psicológico y los secretos del pasado que regresan para cobrarse su precio. Una lectura que atrapa, perturba y no se olvida fácilmente. (Noemí Hernández, 23 de junio de 2025)
hace 1 mes