La poesía mística de Lara Cantizani intuye la respiración honda de la carne; una silenciosa ruta de versos que alumbra un saber más puro que la inteligencia, más alto que el placer. Este poemario, hecho a mano almada, es una fiebre moderna sin temperatura. Régimen interior para adelgazar el alma, hace que el lector se sumerja en la luz cuando todo se calla. Y el silencio que se escucha al entrar en el cuerpo de estos versos, arde tan alto, que no quema. Poeta de papel, con paso tranquilo, se interna hacia dentro, hacia profundas estancias resonantes, que alumbran una vida silbada entre el bambú oriental del espíritu de occidente. Contemplador del mundo, observa desde más allá del gozar o del sufrir, abriendo lo mirado para verlo desde dentro en su plena desnudez. Así, entendemos el aliento del alma y el latido de la carne silenciosa. Poesía unitiva entre el trasfondo permanente y la permanente ausencia. El mejor libro de Lara, unas “llamas en flor” o “virtudes del alma”, que llegan al éxtasis, límite del amor que nos rompe en dos o en nadie. “Quando aquel fuego viene, todo coraçón muda”, aunque tal vez, dividir la vida en dos, no sea provocar la muerte.