CRÓNICAS DE L’ÒSTIA. BARCELONETA 1949-1992 FORNER PUIG, VICENS

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Resumen

En el puerto se concentraban además otros muchos olores. Se percibía el del cáñamo de las estachas (amarras), el del alquitrán, el del mar, el del pescado, pero sobre todo el de la brea. Quienes no han olido la brea nunca podrán entender qué es vivir en un barrio marinero. Los almacenes siempre estaban impregnados de ese olor, también las calles, la ropa de los marinos y, en general, la de todos aquellos que tuvieran alguna relación con el puerto. Los olores se solapaban y se confundían, pero nosotros sabíamos distinguir todos y cada uno. El café por ejemplo, era otro olor habitual del puerto, más fuerte que los demás y también más agradable. Cuando descargaban café siempre se perdían unos cuantos sacos que, al final, iban a parar a la Barceloneta a muy buen precio. Su esencia inundaba las calles. Podemos imaginar quinientos kilos de café repartidos por todo el barrio tostándose en las casas e incluso en la calle. El olor llagaba hasta Barcelona, que a buen seguro aspiraba con envidia aquel aroma proveniente de la ciudad sin ley.