Original narración y, sobre todo, moderna novela escrita en el siglo XVIII, aunque, para ser exactos, y como se dicen el prólogo y como lo reseña el propio autor, este texto no es una novela (como diría Unamuno: es una “nivola”). Esta insólita ficción bebe de fuentes también “modernistas” que son ya clásicos de la literatura, como son “Don Quijote de la Mancha”, “Gargantúa y Pantagruel” de Rebelais y, la casi coetánea, “Tristam Shandy” de Sterne. Esta última se cita varias veces y no oculta su influencia y admiración. No es una estructura clásica de narración novelística, tanto en argumento, personajes y temas. Es un batiburrillo ecléctico de varios géneros, donde lo esencial estaría compuesto por el cuento, la picaresca, el humor, el erotismo, el dialogo y el monólogo, la crítica social, el ensayo, la filosofía, la moraleja, el surrealismo, etc. Se podría decir que la principal característica es el “placer y el morbo” de contar historias, de filosofar, de escuchar y la curiosidad insana por los “chismes”. Se habla de lo humano y lo divino, y, por tanto, todo asunto: desde lo más serio hasta lo más ínfimo, eso sí, pasando por el tamiz del humor, ya sea la burla, la sátira o la ironía, según sea el tema, la clase social o el cariz moral que se juzga. Especialmente agudos y jocosos son los textos que tratan de eclesiásticos, médicos (al estilo Moliere), la doble moral o las historias picarescas y eróticas. Además de lo expuesto, el estilo también sorprende, ya que el propio autor, Diderot, se convierte en un personaje más que tiene voz propia en el texto que cuenta sus propias impresiones de lo narrado y, además, ¡se dirige al lector! Incluso el lector, o sea nosotros, también tiene voz propia y se dirige, increpa y dialoga de tú a tú con Diderot. Una obra original, divertida, filosófica, pícara, crítica, moderna, didáctica, universal, atemporal y, por tanto, imprescindible.
hace 9 años