Es una historia original, con algunos giros de guión y escenas muy crudas que no me esperaba. Ahora bien, el libro no ha terminado de convencerme. Esperaba una historia más ágil, sobre todo porque este tipo de temáticas te invitan a ello. Sin embargo, el ritmo me ha parecido lento, especialmente en la primera mitad. Las cosas pasan a cuentagotas. Hay muchas descripciones largas que, lejos de enriquecer, a veces me sacaban de la historia. También me ha chirriado un poco que el autor meta de repente referencias muy concretas y reales (como el caso de Ana Julia Quezada, el COVID o “Lo malo” de Aitana), que me parecieron metidas con calzador y que rompían la atmósfera de la novela. En cuanto a la protagonista, al principio conecté con ella: una madre que ha perdido a su hijo de forma violenta, es fácil empatizar con eso. Pero a medida que avanza la historia, se vuelve muy repetitiva, muy centrada en su propio dolor, hasta el punto de hacerse pesada. Su papel de víctima constante llega a resultar agotador, incluso egoísta con las personas que intentan ayudarla. Da la sensación de que cree merecer todo lo malo que le pasa, y esa actitud termina por romper la conexión inicial que había creado. En resumen: tiene cosas muy potentes, pero otras que me han lastrado bastante la lectura. De hecho, me ha costado terminarlo.
hace 2 días