Este libro comprende dos partes: La primera, "El jardín de senderos que se bifurcan". La segunda: "Artificios". Creo notar que la primera parte, la más difícil y posiblemente por esta misma razón, la más impresionante, digamos, la que posee una cuota mayor de genialidad, contiene de alguna manera el resumen de todas las obsesiones de Borges, ya conocidas hasta por sus más furiosos detractores, a saber, el tiempo, los laberintos, los espejos, el ajedrez, la teología, la muerte, la memoria, los libros, la historia; en cada relato, repleto de nombres, de citas, de referencias históricas y literarias, borda una pequeña obra maestra y si digo pequeña es por la extensión de cada cuento, que no pasa de las seis páginas, creo, y no por la gigantesca calidad y complejidad de los temas y estilo. En Borges, todo es importante. La forma y el fondo; todo es maravilloso. A veces, al leer una sola página, creemos haber leído diez; esto se debe a la sobrenatural carga y fabulosa capacidad de resumir, en pocas- muy pocas- líneas, todo un orbe de ideas; es como una exquista esencia concentrada, que no requiere grandes cantidades para desplegar su maravilla. Recuerdo que nunca pasaba del primer relato (una manía personal, un capricho algo idiota; sabía que cada relato era independiente, por eso no entiendo como no seguí con un segundo o tercer cuento), Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Una vez leído ese cuento, en donde aparecen como dije anteriormente, muchos de sus temas predilectos, pude comprobar que mi "audacia" iba a tener su premio. Quiero detenerme en los relatos que más me gustaron, que me han parecido más perfectos - casi todos o todos lo son-, o tal vez, los que más me han impresionado o he sentido identificado. Si bien tanto "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius" como "Pierre Menard, autor del Quijote" son admirables por lo genuino de su ejecución y argumento (en el primer caso, luego de una conversación de Borges con Bioy, y que surge luego de sentir ese desagrado que causan los espejos muchas veces, se da una investigación a raiz de un párrafo que Casares había leído en una enciclopedia sobre un país desconocido; lo fantástico se adentra lentamente en la realidad (?) en un relato hábilmente escrito; el segundo caso, un hombre, un escritor, Menard, quiere escribir, en el siglo veinte y escribe parcialmente, el Quijote, siendo Pierre Menard, con toda la carga del siglo, y las inevitables diferencias que los años provocan en nosotros; aun así, cada línea del Quijote de Menard, es más sutil, más perfecta que la de Cervantes) me ha gustado particularmente "Las ruinas circulares". El tema de los sueños, la identidad, la realidad son elementos con que dibuja, magistralmente, la pregunta más importante, de más peso en nuestras vidas. ¿Seremos un sueño de otro? ¿Somos una frágil imagen; todo, nuestras tristezas y alegrías, nuestra carne que goza sufre, nuestro corazón palpitante, nuestra sangre caliente, que fluye y fluye sin sonido, es una fina película, una proyección, una irrealidad?. Particularmente me gusta esta idea; me afirma más y exacerba mis pasiones: alegrías y tristezas pasan a ser relativas. Se vive el momento, entonces. Somos un sueño, seguro, el sueño de Dios, a quién no veo o no puedo ver (ningún durmiente ha podido ver jamás a quién lo sueña; otro gran consuelo), y cuando despierte, nos esfumaremos. Tal vez la muerte sea eso; Dios, poseedor de infinitos cerebros, infinitos centros nerviosos, que nos sueña a todos al mismo tiempo, deje de soñar de a uno; a mi viejo lo dejó de soñar el 23 de octubre del 2012, entonces. Dios estaría perdonado. No lo mató. Lo dejó de soñar. En el metafísico relato "La lotería en Babilonia", otro cuento absolutamente genial, cabe decir que La Compañía, con sus sugerentes y variables juegos con premios y castigos, no es otra cosa que el mismo Dios y sus incomprensibles azares (destino) otorgados misteriosamente a sus criaturas. Esa tenebrosa y mística Compañía, "que ha existido, posiblemente desde siempre", hacedora de suertes positivas y adversas, es el Creador. Quién, sino Borges, pudo escribir algo semejante. En pocos párrafos, hace que la máquina ronronée y conjeture estas divinas imaginaciones, para el deleite de la inteligencia y ese hábito hermoso de leer e intentar comprender. En "La biblioteca de Babel", ensaya, mediante imágenes fantásticas y arquitecturas imposibles (Escher y Piranesi tendrán mucho que ver en esto) un mundo infinito que es una biblioteca finita. El eterno retorno y su premisa (el tiempo una vez más) son el centro del relato. Si las combinaciones (que imaginamos, no, mejor dicho no podemos imaginar; tan tremenda es la cifra) de todos los alfabetos en todos los idiomas posibles, y aunque fueran estas increíblemente enormes, estuvieran plasmadas en libros, tendríamos entonces, esa biblioteca imaginada por Borges. Ahora bien; el tiempo es infinito, es decir, no tuvo comienzo, no tendrá final. Pero las combinaciones de esas letras, de todas esa letras, aunque siderales, tienen un "límite". Entonces, ¿como puede ser infinita la Biblioteca sin en algún punto no debería haber más libros?: La respuesta es la misma y la premisa es la misma que la de "El eterno retorno". Ese tiempo circular, que crucifica a Cristo eternamente (pensamiento intolerable) se da según este postulado: En un tiempo infinito y con un número de átomos que componen el universo (aunque desmesurados) finitos, el número de permutaciones posibles de esos átomos deberán repetirse. Es decir, de nuevo viviremos toda nuestra vida, desde el más pequeño detalle, todos nosotros, hasta el fin de las posiblidades y de nuevo otra vez... Termina el relato: "...no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden)..." Me extendí demasiado en estos relatos. Abundan policiales, locales, fantásticos y teológicos. "El Sur", es efectivamente, un relato hermoso. Y mucho más sencillo para quiénes odien a Borges. Tiene color, y pasión, y menos laberintos (que tanto nos gustan). Es redondo. Suguiendo la locura del pensamiento de Borges lo acabo de decir. Es perfecto, porque es redondo. El círculo es la forma más perfecta porque cada punto de su centro equidista con su circunferencia. Dios es o sería, además de un hipotético durmiente - como Mana-Yood-Sushai, el Dios de Pegana imaginado por Dunsany que sueña a Dioses menores- una gran esfera, cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Sueños, esferas, laberintos, bibliotecas infinitas; linda noche me espera...
hace 9 años