Tras la muerte de Amílcar Barca, su yerno Asdrúbal se pone al frente de la administración cartaginesa en Hispania. Con el apoyo del joven Aníbal, logra importantes victorias diplomáticas y militares.
Su nombre parece condenado a las fútiles alusiones de modernas crónicas, desarraigadas e indiferentes. Su rostro apenas se adivina en las vitrinas de un museo. Una nebulosa de olvido envuelve hoy la figura de Aníbal Barca en la otrora Hispania, como parte casi accidental de su postergada historia an...