Está decidida: hoy cogerá el tren, cualquier tren, el primer tren que salga, y se alejará para siempre. Le dan mareos sólo de pensar en llegar a su casa, enfrentarse a la cara licuada de su hija preñada, escuchar la voz pastosa de su marido, hacerles, una vez más, otra tortilla para la cena, inútile...