Es un relato corto, narrado con el estilo depurado que caracteriza a la autora, en el que se vislumbra, además, una crítica social a sus orígenes –su padre fue un judío que se enriqueció de una forma que a Némirovsky le disgustaba- , y la huella de su atormentado carácter. Ismael Baruch es el 14 hijo de una familia judía desastrada. Es un niño inteligente y sensible, sin apenas educación, una vida condenada a vagar por la pobreza y las miserias de su entorno. Sus progenitores son ya mayores y sus hermanos se marcharon lejos o fallecieron. Todo cambia cuando una joven rica le toma bajo su protección a cambio de que cante y produzca poemas para ella. Sin embargo, el niño se hace hombre y el espíritu creativo no vive para siempre. Es una historia que habla de la niñez, y de como un ser ingenuo, noble, puede verse saturado y romperse ante el exceso de belleza y de instrucción. No me ha seducido como otros escritos de la autora, pues hay temas que aparecen en otras de sus obras mejor escritas –es el caso de los judíos en su obra “Los perros y los lobos”, donde realiza una excelente descripción ya en el primer capítulo-, si bien es corto y se lee fácilmente.
hace 12 años