Un niño huérfano es enviado a Inglaterra desde Shanghai al morir sus padres; se convertirá en un famoso detective en la década de los treinta, pero en el cenit de su carrera decide volver a Shanghai para investigar la desaparición de sus padres, a los que no cree muertos; aunque pueda parecer la trama de una novela policíaca, no lo es en absoluto. El protagonista es aparentemente tan anodino y perfectamente frío como cualquier otro personaje típicamente inglés -pero salido de una pluma en origen japonesa- de las novelas de Ishiguro; emocionalmente inmaduro, sus relaciones con otros seres humanos son tan impersonales como faltas de calor. A través de flashbacks continuos, la novela nos describe muy vívida y detalladamente cuál fue la vida de Christopher Banks, el detective, en la época más feliz de su existencia, su niñez en el barrio occidental de Shanghai. Su vuelta, años después, no será tan idílica. La búsqueda de sus padres le envolverá en una espiral de sin sentido y horror que tendrá dificultades para asumir. La novela se lee con gran facilidad, está magníficamente escrita y nos envuelve tanto en su anodino entorno británico como en el mucho más turbulento de la China de los años treinta, en plena guerra con Japón y con la revolución de Mao a punto de estallar.
hace 15 años