Resumen

A partir del gesto encantador de una mujer de cierta edad, el escritor crea el personaje de Agnes, alrededor de la cual aparecerán su hermana Laura, su marido Paul, y todo nuestro mundo contemporáneo en el que se rinde culto a la tecnología y la imagen. Pero ¿y si el hombre no fuera sino su imagen ?, pregunta otro personaje, Rubens, quien comprueba finalmente que de la más excitante de sus amantes sólo le quedan dos o tres fotografías mentales. Esta novela transforma todos los aspectos del mundo moderno en cuestiones metafísicas. Su forma es polifónica : las aventuras de los personajes imaginarios se mezclan con la historia de dos candidatos a la inmortalidad, Goethe y Bettina von Armin ; la reflexión sobre el nacimiento del homo senti-mentalis en la historia de Europa alterna con las peripecias parisienses del singular profesor Avenarius, para quien el mundo de hoy no sirve sino como objeto de juego. Kundera tiene el don de decir del modo más cristalino lo que a uno le resulta más difícil decirse, y en esta novela alcanza la cima de esta facultad.

5 Críticas de los lectores

¿Qué significa ser inmortal? Publicada en 1991, esta novela se presenta, desde el inicio, como un artefacto literario inclasificable. Es la última novela que Kundera escribe en lengua checa. Luego va a escribir en francés. Esta novela marca un estilo nuevo del escritor, más centrado en la filosofía. La lentitud (1994), La identidad (1998) y La ignorancia (2000) continúan con dicho registro. Kundera no se limita al territorio de la ficción: se infiltra como personaje, filosofa abiertamente, dialoga con figuras históricas como Goethe y Hemingway, e incluso disuelve las fronteras entre ensayo, novela, autobiografía y reflexión estética. La historia —si es que podemos llamarla así— parte de un gesto: un movimiento de mano, una pequeña escena cotidiana. Un profesor observa a una mujer madura, Agnes, saludando a un instructor de natación. Ese gesto mínimo —aparentemente trivial— es el disparador de todo un universo de sentido. Porque Kundera no está interesado en lo evidente, sino en lo que se oculta debajo de nuestras elecciones, de nuestras máscaras y de nuestra supuesta identidad. A lo largo de siete partes heterogéneas, Kundera explora las vidas de Agnes, su esposo Paul, su hermana Laura y su hija Brigitte. Pero, más que desarrollar una historia en el sentido convencional, lo que hace es usar a estos personajes como vehículos de ideas: sobre la muerte, el legado, la sexualidad, el arte, el rol de los medios, el narcisismo moderno y, claro, la inmortalidad. ¿De qué inmortalidad habla Kundera? No se refiere a una vida eterna literal, sino a algo más inquietante: la persistencia de una imagen más allá de nuestra muerte. ¿Cómo queremos ser recordados? ¿Qué versiones de nosotros sobreviven? ¿Quién se adueña de nuestra biografía una vez que ya no podemos corregirla? En este sentido, el libro se siente más vigente que nunca. En los años noventa, Kundera hablaba del "día de la cámara", de cómo los medios moldeaban la imagen pública. Hoy, en plena era de la inteligencia artificial, la pregunta se radicaliza: ¿cómo saber si una imagen, un texto, una memoria es real? ¿Podemos siquiera aspirar a un legado verdadero en un mundo donde todo puede ser manipulado, replicado o falsificado? Uno de los momentos más brillantes —y más desconcertantes— del libro es el diálogo ficcional entre el propio Kundera, Goethe y Ernest Hemingway. Mientras Goethe defiende la inmortalidad como un deber del artista —dejar obras que perduren—, Hemingway la rechaza por considerarla una falsedad: él valora la experiencia real, no la fama póstuma. Y ahí está la tensión: ¿la obra nos hace inmortales o somos víctimas de la distorsión histórica? Otro de los ejes potentes del libro es la oposición entre Agnes y Laura. Agnes representa la introspección, la búsqueda de una vida auténtica, lejos del ruido del mundo. Laura, en cambio, es pura exterioridad, exposición, necesidad de aprobación. Esta dicotomía resuena con fuerza hoy, donde las redes sociales parecen empujarnos constantemente hacia una “inmortalidad” superficial basada en la visibilidad. También hay una historia secundaria —fascinante— sobre Goethe y Bettina von Arnim, que ilustra otro modo de alcanzar la inmortalidad: pegándose a la vida de alguien famoso. Kundera sugiere que muchas veces no buscamos solo vivir, sino dejar huella, aunque sea robando el reflejo de otro. La inmortalidad es una obra que exige del lector algo que cada vez se pide menos: pensar. No es una lectura cómoda ni lineal. Por momentos uno desearía que Kundera se limitara a narrar la historia de Agnes, o la relación entre Bettina y Goethe, y no desviarse a largos pasajes ensayísticos. Pero al final, esos desvíos son el núcleo del libro. Es como él mismo dice: no tomes atajos, no tomes una “ruta”; toma el camino largo, lleno de desvíos, el que te obliga a detenerte, dudar y volver a mirar. En el fondo, Kundera no nos habla tanto de la muerte como de cómo vivir antes de ella. Cómo vivir con libertad, sin reducirnos a funciones, sin traicionar nuestro deseo de crear, de explorar, de dejar un legado que no sea una simple reputación, sino algo profundamente humano. Y acá me permito una reflexión: hoy que tanto se habla de crear avatares, de conservar memorias en la nube, de que una IA puede seguir “hablando” en nuestro nombre, La inmortalidad de Kundera suena como una advertencia y un desafío. La verdadera inmortalidad no se descarga ni se programa: se construye con lo que dejamos hecho, dicho, vivido… en carne y pensamiento. Así que, si te animás a un libro que no te da respuestas fáciles, que te exige y te sacude, La inmortalidad es una lectura indispensable.

hace 2 semanas

La inmortalidad - Milan Kundera Editorial Tusquets Editores para Círculo de lectores. Traducción de Fernando de Valenzuela: Excelente. 411 pág. Novela filosófica de Kundera, donde a través de Agnes, su marido Paul, Laura, Brigitte, Bernard Bertrand y el Profesor Avenarius, va transcurriendo la vida de estos personajes contada por el propio escritor donde nos expone sus ideas y alude a sus otros libros anteriores a este. Por estas páginas pasan Goethe, Bettina (amante de su imagen, que perseguía la inmortalidad a través de la relación con personas ilustres), E. Hemingway, Oriana Fallaci, Agatha Christie, Rubens, Aristóteles, etc. todos ellos moviéndose en el tiempo y charlando mientras cambian impresiones sobre la inmortalidad, la verdad, el amor, la imagen, la fama, el destino, el sexo, el cuerpo, el pudor, la humanidad, el deterioro de la sociedad, de la tecnología, del transporte, de la comunicación y de los medios. Reproduzco un fragmento interesante: “Goethe en cambio vivió en el breve período de la historia cuyo nivel técnico ya daba a la vida cierta comodidad pero en el que un hombre culto podía aún entender todos los instrumentos que utilizaba. Goethe sabía de qué y cómo estaba hecha la casa en que vivía, sabía por qué alumbraba la lámpara de queroseno, conocía el principio del catalejo con el que contemplaba Mercurio junto con Bettina, no era capaz de operar él mismo, pero había participado en varias operaciones y cuando estaba enfermo podía entenderse con el médico con el vocabulario de un conocedor. El mundo de los objetos técnicos era para él comprensible y estaba todo claro.” Tenemos en esta ocasión un trabajo magnífico que a cada página nos plantea cuestiones que debemos afrontar con detenimiento y admirar la gran lucidez de Kundera. Este libro lo leí en 1992 y lo acabo de releer, lo cual me alegra por lo bien escrito que está y porque lo tenía bastante olvidado. Recomiendo su lectura encarecidamente.

hace 1 año

Un libro excepcional. Su narrativa es fresca y pueda ser que la muerte sea un pretexto para ser inmortal.

hace 7 años

Sin duda, uno de mis libros favoritos que puedo volver a leer y encontrar siempre algo diferente. Kundera hace de lo cotidiano, algo extraordinario.

hace 10 años

Junto a “La insoportable levedad del ser” es lo que más he disfrutado de Kundera. Quien se pasea libremente entre lo cotidiano y planteos filosóficos existencialestas muy profundos. Bellísimo!

hace 13 años