Mateo Díez y Merino apadrinan el primer libro de relatos de Rogelio Blanco

El leonés Rogelio Blanco, director general del Libro durante las dos últimas legislaturas, es autor de varios ensayos y ahora debuta en la narrativa con «Dismundo«, una obra de relatos poblados por seres «atados por un destino duro, cruel, de supervivencia» y que conforman una atmósfera «llena de veracidad».

En esos términos se expresaron los escritores Luis Mateo Díez y José María Merino al apadrinar el primer libro de ficción de Blanco, que, como dijo él mismo, ha pretendido con los nueve relatos que contiene «conformar un cuadro, el de un mundo terrible» habitado por «gentes del dolor, del esfuerzo», y un mundo que no solo se da en España sino en otros muchos lugares.

Rogelio Blanco (Morriondo de Cepeda, León) era consciente de que la presentación de «Dismondo», publicado por Reino de Cordelia, podía ser su último acto como director general del Libro, y aprovechó la ocasión para decir que había sido «una experiencia muy grata» para él, entre otras razones por «la enorme profesionalidad» de quienes trabajan en el sector editorial.

«Este país tiene que mirar con más detalle al sector del libro, que resiste a pesar de la crisis», afirmó Blanco antes de dejar claro que su vida ha girado siempre en torno al libro y que seguirá «perteneciendo a ese mundo, a pesar de…».

El libro lleva prólogo de Juan Gelman, y es que el gran poeta argentino, Premio Cervantes, tuvo mucho que ver en la gestación de estos relatos, según contó Blanco.

En un viaje de avión en el que ambos coincidieron, Blanco le contó que estaba preparando estos relatos y el autor de «Mundar» le pidió que se los dejara leer. Se los fue pasando a medida que los iba terminando y, como asegura Gelman en el prólogo, en este libro «no se cuentan únicamente vidas, se cuenta vida».

Gelman destaca que la obra recoge «un universo nocturno en el que hay que agudizar la vista para apreciar el fulgor de cada uno de sus astros» y que constituye «una lección para estos tiempos en los que se nos quiere domar el coraje para convertirnos en carne fácil de autoritarismos».

Son, a su juicio, narraciones «que nacen de la tierra» y de la «humildad» y cuyos personajes, como Armelinda, Secundino y Domiciano, «nombres de antes como los zuecos que calzan», pintan un paisaje del «color pobreza, su único protagonista».

Luis Mateo Díez afirmó que el título, cuyo prefijo «dis» ya indica negación y contrariedad, refleja los «elementos de negación y extrañeza» que encierran las páginas del libro.

Dismundo es un «extraño pueblo perdido», un lugar imaginario, «arquetípico» y eso es parte del «subsuelo narrativo de Rogelio Blanco», señaló Mateo Díez, creador de Celama, uno de los territorios imaginarios más fecundos de la narrativa española actual.

Los «dismundianos» son «hijos de su trabajo» y son «seres atados por un destino duro, cruel, de supervivencia, del que se sale con dificultad y siempre mirando hacia ese cementerio lleno de niños» porque en aquella época la infancia tenía «pocas posibilidades de sobrevivir», comentó Mateo Díez.

Merino destacó que Blanco ha encontrado «una voz narrativa interesante, compasiva e inclemente a la vez, dura y tierna, lejana y cercana».

Ante el numeroso público que abarrotaba la sala de Ámbito Cultural, Rogelio Blanco subrayó que este libro «está hecho desde lo profundo o, como diría Gelman, desde el hondón».

«‘Dismundo’ es una metáfora hecha de hombres, porque las metáforas son los niños que los hombres hacemos para burlar el destino», afirmó Blanco.

Madrid, 22 dic (Ana Mendoza / EFE) 

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