Una familia de notable poder económico pero escaso linaje acaba perdiendo, tras sucesivas crisis textiles, casi todo su dinero. Muerto el padre, su viuda, Carmen, intenta transmitir sus numerosos prejuicios y desahoga su frustración en sus hijos: Odila, soltera, tradicional y nostálgica de aquellos tiempos en que todavía se respetaba una sólida escala de valores y ella podía encargarse la lencería a medida; Jenara, divorciada y con un hijo adolescente, inconformista y rebelde, siempre atenta a las nuevas tendencias de la moda; Borja, homosexual, introvertido y dueño de un pequeño restaurante. Aunque los rasgos de bastantes de sus personajes pueden resultar familiares a algunos barceloneses, la intención del autor no ha sido escribir una novela en clave, sino un retrato lúcido, en ocasiones sórdido, a veces algo cruel y siempre divertido, de parte de la alta burguesía de Barcelona. Como hilo conductor de la historia, una familia venida a menos y, particularmente, una mujer de más de cuarenta años, fruto de una educación represiva, que añora aquella ciudad de gente bien, ya desaparecida, y que pretende recuperar las ilusiones a través de un amor tardío. Como en los versos de Jaime Gil de Biedma bajo cuya evocación se presenta Tul ilusión, la melancólica reflexión sobre el pasado se une a una sutil y penetrante observación del presente.