Este libro se plantea la posibilidad de que las civilizaciones de la antigüedad poseyeran una tecnología realmente avanzada. Para ello, el autor, ingeniero de profesión, analiza cámara a cámara, estructura tras estructura, la Gran pirámide de Gizeh. Su análisis, basado en un conocimiento profundo de las características físicas de los materiales y las herramientas, le lleva a concluir que la Gran pirámide era en realidad una maquina, una central eléctrica. Mediante el uso de un granito especial muy rico en cuarzo, que debían ir a buscar a centenares de kilómetros, los egipcios (o quienes les enseñaron) sintonizaron su pirámide con las vibraciones naturales de la Tierra y lograron con ello una fuente de energía cuyo aprovechamiento hoy todavía no hemos descubierto.