¡Vaya año que llevo! No sé si el sector editorial ha perdido el norte definitivamente o si tengo mala pata al escoger mis lecturas. ¿Cómo lo explico? Esto es una escritora de éxito que cruza el charco por un congreso o festival literario. Entonces ocurre una circunstancia bien llamativa: todo ser humano que se acerque a esta mujer se siente impelido a contarle su vida, al menos una parte de ella, en especial la que concierne a sus relaciones de pareja y con sus hijos. Lo hacen así, de entrada y sin más, desde el pasajero del avión sentado a su lado hasta el individuo con el que coincide en la cola de un autoservicio. Ojo que incluso los periodistas que la entrevistan sueltan su rollete sin que ella tenga que abrir la boca (me pregunto qué tipo de entrevistas son esas). El único rasgo que destaca en la protagonista son sus tímpanos, es decir: es capaz de escuchar. Curiosamente, las historias se parecen bastante las unas a las otras y resultan típicas, tópicas y aburridas, en general (salvo la del avión). En medio de las peroratas, se dejan caer simplonas reflexiones presentadas con tentativa -fallida- de solemnidad (ojo a las pgs. 141 y 150, de vergüenza ajena). Desconozco dónde está el mérito de esta novela y me pregunto qué le habrá visto el entusiasta redactor de la contracapa y todos los críticos igual de entusiastas que la han reseñado.
hace 6 años