Pese a una inicial impresión negativa el texto fue ganándome, construyendo, de un modo coherente, un universo narrativo suficientemente pertrechado. Probablemente el magistral uso del dialogo, cargado de vitalidad y frescura, que tantas veces ha sido alabado por la crítica al uso, hace que el lector se interese por el transcurrir de esas vidas hechas de palabras. Poco a poco, tal y como le sucede a Lucio, nos sentimos a gusto sentados en nuestro rincón privilegiado, con las cortinas de la puerta descorridas para contemplar la realidad, minúscula y cotidiana a los ojos de Mauricio, pero al final tan atrayente en su proteica complejidad, que nos resulta imposible apartar la mirada.
Es precisamente este careo impúdico con la vida, lo que le ha valido a El Jarama el título de campeona del Realismo Social. Creo, no obstante, que a la hora de tratar de explicar sus características se han cargado excesivamente las tintas en aquellos aspectos favorables a las certidumbres académicas. Así, la selección consciente e intencionada que acompaña a todo narrador, no le será extraña al que descubrimos en la novela. No es posible obviar las descripciones poéticas, ni tampoco es posible disimular sin rubor aquellos cordeles que, ocasionalmente, descubrimos surgiendo de las extremidades de sus personajes.
Por lo tanto, hagamos como Lucio y pidamos permiso para descorrer las cortinas.
hace 15 años
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