¿Cómo entender a Occidente sin ir hasta su origen? ¿Cómo explicar que en algún momento los hábitos intelectuales oscilaron entre la fe y la razón, y que Dios fue aprisionado en la trama que va de la causa al efecto? ¿Como concebir que todos los procesos del mundo pueden forjarse como una certidumbre y, por esa ruta, llegar a ser una verdad inquebrantable? ¿Cómo pensar el mundo contemporáneo al margen de los fines prácticos y empíricos? ¿Cómo interpretar que la historia de la verdad ha sido una y muchas? La filosofía, que ha persistido e insistido a través de la historia, puede ser una respuesta a todas estas preguntas; en este camino, ha colonizado territorios que no sólo son espacios físicos: llega a conquistar desde el mundo externo hasta el propio yo interno de quien la ejerce; tambiénha ido más alla, al pensar que piensa el mundo, al pensarse pensándolo sin que le importe, al hacerse cargo de tales asuntos, la acusación de ser como una voz que clama en el desierto.