“Cáscara de nuez” tiene un narrador peculiar, un feto al que le quedan pocas semanas para nacer. Obviando la inverosimilitud del protagonista, es a través de lo que siente, oye e imagina como descubrimos el entorno que le rodea: su madre, Trudy, y su amante, Claude, pretenden deshacerse de su padre. Desde su impotencia que le impide actuar y una lucidez y razonamiento que corresponde al mundo adulto, somos espectadores del desarrollo de la intriga en cuestión y de las numerosas reflexiones del feto, probablemente las del mismo autor.
A parte de la pequeña dosis de misterio que aporta la trama, junto a las incertidumbres del feto, destacan sus divagaciones: filosóficas, éticas, críticas con muchos aspectos de la sociedad, y que además contienen mucho humor. La prosa me ha parecido soberbia, con algunas frases geniales, como la divertida "No todo el mundo sabe lo que es tener a unos centímetros de la nariz el pene del rival de tu padre”, o la reflexiva “La felicidad prolongada es el auténtico aburrimiento existencial".
El título y el epígrafe del libro recuerdan la conocida frase de “Hamlet”: “podría estar encerrado en la cáscara de una nuez y sentirme rey del infinito espacio”. Cuando empezamos el libro el paralelismo aumenta, evidente con los nombres de los personajes –Claude y Trudy recuerdan a Claudio y Gertrudis de la obra de Shakespeare–. En cierto modo el autor reescribe la tragedia a su manera particular.
Éste es el segundo libro que leo de Ian McEwan, y a pesar de que alguna de las divagaciones se me ha hecho un poco pesada, me ha parecido una lectura ingeniosa y muy buena, y sobre todo entretenida y divertida.