Los señores del tiempo cierra la trilogía de Kraken con una propuesta narrativa arriesgada: dos historias que transcurren en paralelo, separadas por mil años, una en la Vitoria medieval del siglo XII y otra en la ciudad contemporánea de Unai López de Ayala. La alternancia constante entre ambas líneas temporales busca generar un eco temático —violencia, poder, destino— y crear un contrapunto histórico-literario que, en teoría, enriquezca el relato. Sin embargo, para mí el resultado es desigual y, en buen tramo, decepcionante. La novela medieval, presentada como un manuscrito apócrifo, ocupa un espacio considerable y mantiene un tono distante que contrasta con la tensión psicológica y emocional que caracteriza a Kraken. En lugar de complementarse, ambas historias compiten entre sí y rompen el ritmo, produciendo una sensación de desconexión que afecta el conjunto. El misterio central queda opacado por la insistencia en esta estructura bifurcada, que no siempre contribuye ni al suspense ni al desarrollo de los personajes. Aunque Eva García Sáenz de Urturi sigue mostrando su habilidad para recrear ambientes, documentar épocas y construir escenarios vívidos, los dos mundos narrativos nunca logran integrarse en un clímax verdaderamente satisfactorio. La ambición estructural supera, en este caso, la eficacia narrativa. En lo personal, no fue de mi gusto: la distancia entre ambas tramas disminuye la fuerza emocional de la historia contemporánea y hace que la novela avance con altibajos, sin la cohesión y contundencia que definieron las dos primeras entregas de la trilogía. Aun así, Los señores del tiempo puede resultar interesante para quienes disfrutan de las novelas históricas o de estructuras narrativas experimentales; pero como cierre de una saga tan poderosa, deja la impresión de una oportunidad parcialmente desaprovechada.
hace 12 horas
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