Es una novela corta, con tintes autobiográficos -basada en un hecho de la vida del autor a modo simbólico-, que se lee casi del tirón. La historia aparece dividida en dos partes, sin capítulos y sin guiones que indiquen los momentos de diálogo y está contada por un narrador en tercera persona. Los protagonistas son Jim y Roy, padre e hijo. En la primera parte el lector se sumerge en el intento de ambos por encauzar su relación paterno-filial, algo que no es muy sorprendente, sino es porque para ello deciden embarcarse en la aventura de vivir en una isla sin apenas contacto con el resto del mundo, con lo que todas las tareas a realizar deberán llevarlas a cabo ellos solos, estando condenados a entenderse. En esta primera mitad lo que nos trasladan los personajes es la frialdad y tirantez propias de una situación en la que la comunicación en los aspectos esenciales es nula. En el resto de páginas la historia se recrudece. Las ilusiones y el esfuerzo de reconducir la situación dejan lugar a la consternación y a los remordimientos. Una historia tétrica, especialmente, en la segunda parte, y dura por lo que representa, esto es, la delgada línea que separa la simple vida de la completa desesperación y el perenne desasosiego.
hace 12 años
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