La familia de Michael Frank no es realmente tan peculiar como él nos la define (aun haciéndose llamar por ellos mismos “los fabulosos Frank”) si no fuera por el pequeño detalle que sus miembros son todos destacados profesionales del mundo de las artes y los espectáculos en Hollywood, y como tal, con ese bombo y platillo que nos resuena cuando nombramos la ciudad de las grandes oportunidades, nos viene a narrar aquí sus avatares con todos y cada uno de sus miembros. Harriet Frank Jr., su tía, una mujer de gustos refinados pero manipuladora, casada con Irving Ravetch, forman una glamurosa pareja de guionistas, sin hijos, que fascinaban al pequeño Frank cuando era niño, atendiendo a sus deseos, dirigiendo su educación y lecturas e intentando apartarle de sus verdaderos padres y hermanos. En estas memorias, el escritor nos narra su propia formación y el proceso que va desde la fascinación que siente por estos personajes del principio hasta el rechazo final, retratando a un monstruo de egoísmo que va haciendo y deshaciendo a su antojo con todo aquel que se le ponga por delante. Nos encontramos ante una novela a veces cómica, a veces trágica, pero sobre todo real como la vida misma. Es imposible creer en algunos momentos que lo que esta narrando pueda ser del todo cierto, pero quienes hemos vivido en un mundo de manipulación por parte de algún familiar cercano sabemos que la cosa puede derivar a mayores si no se pone remedio. Y Mike lo puso, tardó en darse cuenta de la vida a la que estaba siendo sometido pero reaccionó a tiempo y pudo salvarse de las garras de alguien a quien realmente lo único que le importaba era su pose de cine. No viene el autor a culpar a nadie en esta lectura, más bien supongo que le ha servido como un expurgo a su pasado, una forma de liberarse de un gran peso, que si bien le ha servido a nivel intelectual todas aquellas lecturas a las que era obligado a leer en su más tierna infancia, y todo aquello que le estaba vetado al resto de su familia pero que a él se lo ofrecían como caramelos (antigüedades, viajes, colecciones de libros…) Un relato que empieza con una admiración y una dedicación absoluta hacia sus tíos (por partida doble, ya que Hankie es hermana del padre el autor e Irving es lo propio de la madre) pero sobre todo admiración hacia Harriet, esa guionista que supo abrirse paso y hacerse un hueco en un mundo dominado en esa época solamente por hombres; relato que termina finalmente con la decadencia de todo lo que nos ha venido narrando durante más de 400 páginas. Al finalizar la lectura no sabes si darle la enhorabuena por conseguir haber salido ileso de esa familia o compadecerle por todo lo que ha pasado durante su infancia, adolescencia y juventud. Toda la narración parece estar sacada de un guion cinematográfico, que al fin y al cabo es lo que daba de comer a la familia, pero analizando más profundamente cada uno de los capitulos es el mágico retrato que nos ha querido presentar de su familia, a veces desestructurada, a veces unida, pero siempre bajo los designios de la tía Hank, a quien nadie, ni siquiera su marido era capaz de levantarle la voz sin sufrir su implacable venganza de una u otra manera (combinando momentos de absoluta euforia con estados de total indiferencia) “soy yo quien decide los designios de esta familia” , llega incluso a manifestar en más de una ocasión. Un relato duro y crudo a veces, pero con la necesidad de lanzarlo a los cuatro vientos, con aspectos feos de su propia familia. No es una venganza o una declaración de trapos sucios. Es simplemente la vida que le hicieron llevar; una vida que, fascinado por las opciones que le brindaban sus tíos y a los cuales ni siquiera sus propios padres supieron ponerles freno, le ha servido para poner sobre la mesa estos vínculos tan estrechos que mediante un relato desgarrador y fascinante se ha abierto con voz alta. (Ross Goose, 12 de abril de 2018)
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