¿Está la edición de calidad amenazada en Europa después de haber sido diezmado al otro lado del Atlántico? ¿Están las librerías en vías de desaparición y los verdaderos editores a punto de ser sustituidos por gerentes? A ese objetivo parece servir la decapitación de equipos editoriales “a la antigua”, que habían dedicado su energía a descubrir talentos, a promover la calidad y a constituir un catálogo sin renunciar a un margen de beneficio suficiente. La concentración masiva de la edición mundial en grupos tan poderosos que controlan los medios clave hasta tal punto que los gobiernos temen utilizar las barreras representadas en otra época por las leyes antimonopolio, la alta rentabilidad exigida, la muerte de una cierta “ética” de la edición, el declive del pequeño editor y de la pequeña librería independiente... Todo hace temer lo peor. La edición sin editores constituye una lúcida y amena mirada sobre una de las mutaciones más importantes de la cultura de occidente, pero es también y sobre todo un testimonio de resistencia. Para Schiffrin, la transformación del mundo editorial ilustra a la perfección los efectos de la doctrina liberal del mercado sobre la difusión de la cultura. La búsqueda de grandes beneficios, la consideración del libro como una mercancía más y el hecho de que la decisión de publicar o no un título recaiga en los responsables financieros o comerciales ha convertido el mercado en un nuevo censor que hace difícil la supervivencia del trabajo intelectual, la innovación y la calidad.