No me terminaron de convencer las particulares digresiones que hace el autor. En gran parte de esas digresiones Saramago trata de explicar refranes y dichos con ironía, todos ellos relacionados con el sentido de la vista (lo cual enlaza con la tradición teatral del Siglo de Oro hispánico, época en la que muchas obras desarrollan todo el relato en torno a una simple paremia), pero con ello corta la atmósfera creada por la trama.
Por otra parte, en la novela podemos ver el estilo peculiar de ortografía y cohesión del texto que empleaba el escritor: no hay apenas puntos, tampoco comillas para enmarcar los diálogos ni exclamaciones; no hay diferenciación de párrafos, todo el texto es un mazacote homogéneo. Sin embargo, la brevedad de la obra y la sencillez del argumento compensan la tortuosa forma de organización textual.
El relato en sí es bastante pobre, deja incógnitas muy significativas sin resolver y carece de peripecias elaboradas, ingeniosas, ni siquiera deleita al lector con metáforas sugerentes, que es algo en lo que suelo fijarme en mis lecturas. La única manera de entender las puntuaciones tan altas que recibe esta obra en páginas de Internet dedicadas a la opinión de libros sería interpretando toda la obra como una alegoría, es decir, interpretando la obra como un manifiesto humanista que ensalza los valores morales por encima del egoísmo, materialismo, etc. Creo que no me explico bien así que citaré las palabras utilizadas por Basilio Losada, traductor de la obra, en la contraportada: "Ensayo sobre la ceguera es la ficción de un autor que nos alerta sobre la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron."
hace 4 años
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