Huir de la pesadilla personal para adentrarse en el horror colectivo; escapar de la muerte que se cierne sobre tu propia familia para contemplar, impertérrito, como la comunidad judía es perseguida y destruida. Del disimulo depende seguir vivo, de llorar por dentro mantener la cabeza sobre los hombros. Noah Gordon narra la diáspora personal de Yonah ben Helkias Toledano que, a lomos de su burrito Moisés (Pedro en presencia de los cristianos), se alejará de la vieja capital toledana para poder sobrevivir. No importa la fe religiosa, solo importa la fe en uno mismo. “Solo delante de las casas abandonadas, Yonah se sentó a la sombra de un plátano. Trazó distraídamente cuatro puntos en la tierra: uno representaba a los cristianos viejos de España, otro a los moros y el tercero a los cristianos nuevos. El cuarto punto representaba a Yonah ben Helkias Toledano. Sabía que no era un judío como su padre ni las generaciones que lo habían precedido. En lo más hondo de su corazón hubiera deseado ser como ellos, pero ya se había convertido en otra cosa. Ahora su verdadera religión era la de ser un judío de simple supervivencia. Se había dedicado a vivir en solitario y se había mantenido siempre al margen de todo”.
hace 7 años