“Pero el precio que hay que pagar por tener compañía es alto: la hueste ha venido a importunarme cuando desayunaba en el porche. Me han pedido que les ponga alas. -Alas –pregunté-. ¿Para qué queréis alas? -Para volar –contestaron al unísono. Pero yo sabía que no eran ellos los que contestaban. Era é...