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Resumen

El teatro fue durante muchos años la pasión que daba sentido a mi vida. Supongo que yo era joven y además joven apasionado, que es una de las mejores maneras de ser joven. Y al teatro, sobre todo en mi faceta de escritor, le debo muchas satisfacciones y pocos disgustos: ha sido generoso conmigo. Luego la vida, la curiosi dad, la necesidad, cierta indolencia que se fue apoderando de mi voluntad a medida que me enteraba mejor de las cosas, me fueron alejando de él. Me daba la impresión, y me sigue dando, de que en España solo se puede hacer teatro comercial o teatro subvencionado (a veces, hay gente que se lo monta muy bien, y los junta), dos actividades nobles, que envidio en la medida que lo merecen, pero que no se encuentran al alcance de mis meninges. Y por esa razón he ido dejando el teatro de lado, y ocupándome de otros asuntos menos apasionantes, pero que me apetecían más y que me han dado, también, muchas alegrías y muy pocos disgustos. Tengo que reconocer que he sido un hombre afortunado. Creía, por eso, que apenas había escrito para el teatro en los últimos tiempos, y no ha dejado de sorprenderme que, al preparar la edición de este libro, me haya encontrado con tanto material que he tenido que proceder a una selección rigurosa. Claro que la cantidad suele estar reñida con la calidad y, efectivamente, mi obra no escapa a ese dilema. Además, la mayor parte de ese esfuerzo ha sido compartido con otras personas, y seguramente gracias a ellas ha llegado a buen o mal puerto. Pero al menos ha llegado. Se trata, como veréis en breve si finalmente os decidís a hincarle el diente, en su mayor parte de obras que no encajan en los apartados que antes he mencionado. Ninguna se ha estrenado en un teatro convencional y ninguna ha sido subvencionada. De hecho, en esto de las subvenciones nunca he tenido suerte: tirios y troyanos me consideran un hijoputa y se cuidan muy mucho de darme la limosna que a otros no niegan. Un precio que pago con gusto a cambio de la inmensa chulería de pasar por libre. Cosa que tampoco es verdad, por supuesto, todo Segismundo carga sus propias cadenas, pero mola mucho. Una de las cosas del teatro español que me llama la atención es su impermeabilidad a la realidad. La realidad está mal vista, y es lógico, porque está llena de dolor, de caducidad, de imposibles, de errores, de fracasos, de corruptelas, de quieros y no puedos, de impotencia y de asco. Materiales todos de desecho que no es decoroso exhibir públicamente.