Juan alterna su trabajo en el diario con dos ocupaciones laterales: durante el día es un distraído artista de sus propias aventuras sexuales; en los intervalos del erotismo es el intermediario de una empresa que ayuda a la gente a suicidarse. En su cumpleaños número 21 recibe el encargo de atender a un cliente. Piensa en otra operación rutinaria pero en su lugar aparece Sandra. Nada volverá a ser igual. La irrupción de la desmesurada mujer arrastra al muchacho por un continuo cambio de situaciones dramáticas y amorosas. Desde la esgrima verbal de las amigas en un bar gay, pasando por la arenga de la predicadora del Once hasta el sorprendente final, la tensión no decae.