La femme fatale en la mitología 2/3

La femme fatale en la mitología 2/3Irresistible, astuta, dominante; la femme fatale conduce a los hombres débiles al desastre. Chantajista, inteligente, bipolar; incuba una inquebrantable sensación de invencibilidad y poder sobre todo. Exótica, sádica; posee una belleza admirable pero turbia y venenosa. Pero sobretodo, ella es cruel, fría y ambiciosa; hunde el ánimo de su amante hasta que su satisfacción queda satisfecha.

Segunda entrada sobre la femme fatale en la literatura…

HELENA DE TROYA. La niña de papá que quiso volar bajo.
Helena de Troya
Margaret George

De pequeña, Helena fue el prototipo de niña dulce, hermosa y atrayente. Aquella cuya belleza es contemplada sin control; sin límites ni complejos. “La más bella del mundo”, la suelen bautizar con posterioridad. Además tenía un padre poderoso (es considerada hija del mismo Zeus) que le hacía ser más el centro de atención, como si su hermosura no le convirtiera ya en ello. Modales recatados, educación magnífica, dorados rizos, obediente donde las haya… Helena, en su niñez, era lo que hoy llamaríamos una niña de papá.

Cuando Helena llegó a la edad adolescente, el rey de Esparta Tindáreo (su verdadero padre) quiso casarla para ganar aliados fuertes y muchos pretendientes (atraídos por la suprema belleza de Helena y por la certeza de que quien se convirtiera en su esposo reinaría en Esparta) se ofrecieron a ello en el juramento de los pretendientes, una congregación de héroes que acudieron a la corte del rey para pedir la mano de su hija. Tindáreo eligió al propio Menelao.

Con el casamiento, Helena se convirtió en desgraciada. Sufría la envidia de hombres y mujeres por su gran belleza y poder, así como la ira de los enemigos y un matrimonio sin amor. Pero su destino no era calentar el trono. Es de sobra conocida la historia de la traición de Helena a su marido Menelao, fugándose a Troya con el príncipe París y provocando una de las mayores batallas jamás contadas, la Guerra de Troya, al perder la cabeza Menelao por su pérdida. A pesar de las condenas por parte de la Historia que sufrieron por ello, la pareja no tuvo un simple amorío de adolescentes. Paris se enamoró de ella (y no sólo de su belleza, para variar) y Helena por fin tuvo la posibilidad de elegir algo por sí misma respecto a su vida y se convirtió en Helena de Troya.

Leyendas justifican la fama de femme fatale de Helena de Troya en supuestos affaires amorosos a la sombra de Paris, o en los al menos ocho hijos de al menos cuatro amantes que pudo haber tenido. Sin embargo, algunos prefieren definir a Helena como la mujer que, premiada y castigada por su belleza y ocultada por su familia, por fin decidió vivir su propia historia. Lástima que tal belleza no dejara indiferente a nadie.

CLITEMNESTRA. La hermana mala.
La odisea de Homero

De entre una pareja de hermanas, siempre tiene que haber una buena y uno mala. Al menos desde un punto de vista conservador. Al igual que con su hermana Helena, los actos de esta femme fatale sin atractivo físico aparente (pero de flamante ambición) provienen de un prematuro y ruinoso matrimonio. Al igual que con su hermana, Clitemnestra fue víctima de su posición política y de su sexo.

Se casó por indicaciones de su padre con Agamenón y era hermana nada menos que de Helena de Troya, aunque recorrieron caminos muy diferentes desde el principio hasta el final. El matrimonio de Clitemnestra empezó a ir mal desde que su esposo sacrificó a la más bella e inteligente hija de ambos a los Dioses para obtener ventaja en la Guerra de Troya, algo que la deprimió profundamente.

No contento con eso, llegaron a los oídos de la griega los rumores de que Agamenón estaba tomando concubinas durante la contienda. De hecho, al volver a Micenas, la despechada mujer tuvo que soportar cómo su marido y Casandra (monja troyana) yacían en los aposentos una vez ocupados por ella, relegándola a ella a la sombra.

Fue entonces cuando Egisto, primo de Agamenón, sedujo a la despechada y le propuso un plan de venganza: asesinar a la pareja de infieles y tomar el trono de Micenas, como rey y reina.

Clitemnestra lo planeó fríamente y fue llevado a cabo con éxito. Con Agamenón fuera de combate, la nueva reina de Micenas contemplaba el mundo bajo sus pies. Para olvidar para siempre su pasado, decidió deshacerse de los hijos que le quedaban de Agamenón; Electra y el propio Orestes. Éste último, tras varios años, ejecutó a su madre como venganza por el asesinato su padre y por haberlo confinado lejos de su país y hogar.

Clitemnestra asesinó a su esposo, Agamenón, por el mismo motivo por el cual abandonó a su suerte a los hijos de ambos: por venganza. Pese a las vejaciones que se vio obligada a soportar, estos hechos no fueron suficientemente justificables a los ojos de la Historia. En todo caso al contrario, pues se ensalzó a Clitemnestra como símbolo de deslealtad, infidelidad y despecho. Fue mortificada como ejemplo de horrible esposa y madre.

JUDIT. La patriota de mirada muerta.
Libro de Judit

Judit (palabra israelita que significa «alabado sea Dios») había estado casada con un próspero comerciante de Jerusalén. Al fallecimiento de éste, lejos de rendirse al mundo cruel que la rodeaba o a los señores que la asediaban, se convirtió en un incluso todavía más respetado personaje de su ciudad, Betulia. Pese a vivir en abundancia, Judit no se encerró en su castillo. Vestía el hábito de penitencia, ayunaba y llevaba una vida activista en la sociedad que tanto amaba. Hasta que la guerra se truncó en su recto camino.

Mujer joven, de bellas facciones, religiosa, piadosa y sobretodo de mirada vaga y cortante; Judit vivió en plena guerra de Israel contra el ejército babilónico, citada en la Biblia. Como buena patriota, estaba horrorizada con la invasión a su tierra, con lo que ideó un plan donde utilizaría sus armas de femme fatale.

Como Cleopatra hiciera con Cayo Julio César, Judit (al conocer que el general invasor Holofernes se había quedado prendado de su belleza) se las ingenió para acceder a él, sorteando peligrosos obstáculos; pero entre sus intenciones no estaban el conquistarlo. Le convenció de su enamoramiento hacia él y usó sus armas de mujer para emborracharlo hasta el sueño. Una vez Holofernes hubo con la guardia bajada, Judit le cortó la cabeza al general y la exhibió ante su sometido e insultante pueblo, permitiendo la victoria de Israel en la contienda.

He aquí pues una femme fatale cuya motivación por seducir a un hombre no fue su autosatisfacción, sino la libertad de los suyos. Un motivo desinteresado digno de cualquier héroe bíblico.

SALOMÉ. El baile de la mujer sin nombre.
Salomé
Oscar Wilde

Si tuviéramos que comparar a alguna de nuestras femme fatale con la insinuante y depravada serpiente, sin duda ella sería Salomé. Es identificada en el Nuevo Testamento como la “mujer danzante” donde, sin embargo, su nombre es no dado. Fue conocida Salomé por autores posteriores como Oscar Wilde, que la llevó a los teatros parisinos a finales del siglo XIX.

Icono de mujer peligrosa y seductora, destacó por su habilidad para seducir mediante el baile. Un sistema que se hizo tópico del modo de seducción árabe; un método de seducción sin palabras. Un método de seducción apto para mujeres no tan ávidas en manipulación mental o psicología conductista. Un método de seducción que es propio arte en sí.

Salomé se hizo célebre por un acto de pura terquedad y ambición. Picada por el rechazo de Juan Bautista, pidió a su padrastro Herodes Antipas la cabeza de éste como venganza. Por supuesto, se éste negó. Sin embargo, Salomé propuso a Herodes un número privado. Si la actuación era de su agrado, accedería a los deseos de su hijastra.

Se cuenta que Salomé apareció con un vestido cuyo cuello quedaba al descubierto, mostrando la blancura de una zona habitualmente inexpugnable a la vista de los hombres. Su pelo suelto, rizado, era tan rojo que parecía que iba a arder. Su habitual mirada perdida había dado paso a otra nueva salvaje, fija en Herodes durante todo el baile.

El caso es que al final accedió, y Juan el Bautista fue despojado de su cabeza.

DALILA. La mujer del valle de Soreq.
La miel del león
David Grossman

Conocida universalmente por traicionar a su amante Sansón, que no era un cualquiera en las historias bíblicas del Libro de los Jueces. Sansón era conocido por su portentoso físico que le hacía absolutamente invencible a las lanzas y puños de sus enemigos. Los filisteos, enemigos de Israel y por ende de Sansón, comprendieron entonces que si querían derrotarlo, tendrían que usar otros métodos más sutiles que la fuerza, no por ello más endebles.

Contrataron entonces a Dalila. La interpelada tenía seducido al guerrero, con su rizada cabellera roja y sus artes sexuales, Sansón encontraba almohada y confesión en ella. Tres veces le preguntó Dalila por el secreto de su fuerza, siendo tres las respuestas falsas del invulnerable Sansón, reacio a revelar el secreto de su fuerza.

Sin embargo bajó la guardia, algo que no hubiera hecho con ningún rival, pero si con una mujer a priori más débil a sus ojos. Confiado en el regazo de su amante, Sansón señaló su larga melena como razón de su increíble invencibilidad y Dalila le traicionó. Aún hoy es impactante ver el cuadro de Sansón, débil por una vez y por última, muerto sobre los muslos de la femme fatale.

La historia de Sansón está fundamentada en el hecho de sucumbir a la tentación. Dalila era un enemigo más; pero él, teniéndola delante en la más cruda intimidad e impulsado por sus más profundos instintos, se entrega al placer carnal, con las consabidas consecuencias.

JEZABEL. La “no exaltada”.
Las bóvedas de acero
Issac Assimov

Otro caso más de femme fatale bíblica cegada por el poder que su condición le proporcionaba; de nuevo, mujer vilipendiada por un padre poderoso y ausente al que intenta imitar, como era también el caso de Cleopatra. Se casa con el rey Acab del Reino del Norte cuando Israel se dividía en reino del norte y del sur, y aviva activamente la pugna entre los dos reinos por imponer sobre el otro su propio dogma.

Jezabel recelaba del Dios de su reino. Éste establecía una casta convivencia entre su pueblo, algo que no confluía con la forma de ser de la reina, que terciaba llevar una vida autodestructiva, de corrupción e indecencia sexual; y pretendía contagiar a sus ciudadanos de tal enfermedad. Para ello, Jezabel usó sus dotes de femme fatale para dominar al rey e instaurar la religión pagana (que precisamente predicaba el alboroto y el libertinaje) de forma legal, de manera que todos compartirían su manera de ver la vida.

Se dice que Jezabel usaba solamente sus profundos ojos negros para condicionar en las decisiones de su marido con respecto a Israel, y así lo hizo para con ese propósito. La seducción a Acab permitió a Jezabel modificar completamente el estilo de vida del territorio del Norte.

Atacó por diversos flancos: era experta en ridiculizar el poder de los hombres, tal como hizo con Elías, el profeta que intentó derrocarla por órdenes del Dios Yahve y que, llevado al desánimo y la desesperación por la reina, incurrió en depresión.

Una vez fallecido Acab, la reina madre usó a sus hijos para imponer su voluntad, mientras ellos morían a las manos de los objetores. Uno a uno.

CIRCE. Transformar para dominar.
Los motivos de Circe. Yudit
Lourdes Ortiz

En la intimidad de su enorme mansión de piedra alzada en medio de un frondoso bosque en la isla de Eea, Circe dedicaba su tiempo a la creación de un gran telar al que  se empleaba con concienzuda paciencia. Poetas de la época definían al telar como las trazas del sino que esta hechicera diseñaba para sus enemigos y ofensores (en especial hombres; se decía que los argonautas estaban entre ellos). Alrededor de la casa, estos enemigos rondaban mansamente en forma de mascotas; y no es la comparación tan inexacta, pues aquellos hombres habían sucumbido a su magia y ahora sus cuerpos se mostraban como avestruces, tigres, cabras, cervatillos, jabalís o como perturbadas panteras.

Guerreros y hombres de bien habían acudido a Eea y habían confundido la casa de Circe con un lupanar, pues cuando ésta los recibía, lo hacía con atuendos transparentes y sentada en un gran trono, mostrando altanera seguridad, flanqueada por los hombres-mascotas, que embobados contemplaban su fauna crecer a cada visita. Sin embargo, la rutina de Circe cambió al llegar Odiseo y sus hombres.

Cuando Circe no pudo a Odiseo convertir en animal, éste la obligó a devolver a sus hombres su forma humana original (les había transformado en cerdos), a lo que accedió. Así, Circe se enamoró de Odiseo y tuvieron al menos un hijo, Telégano, el cual nunca conoció a su padre hasta que en una expedición a Grecia (donde su madre le había enviado para recuperar a su amor, ya que aquél había regresado a su hogar con Penélope una vez se cansó de la arrogante Circe) lo mató por accidente. Entonces Circe desposó al hijo de Odiseo y Penélope ante la mirada es ésta.

Como hemos comprobado, Circe era celosa y tremendamente territorial; pero no sólo con los hombres. Se dice también que la interpelada transformaba a sus competidoras por los hombres con increíble crueldad. Era el caso de Escila (que fue preferida por el dios Glauco), a la cual dejó su parte superior de mujer para transformar sus partes íntimas en un horrible hueco del cual aparecían cabezas monstruos sarnosos, que defendían la zona púbica como Circe les ordenaba.

PANDORA. El ánfora de Pandora.
Los mitos griegos II
Robert Graves

Un genuino caso de venganza entre dos Titanes fue la semilla para la creación de esta mujer mitológica. Tras el incidente de Mecona, por el cual los mortales e inmortales se separaron, Prometeo (que era el enlace de los hombres corrientes en el Olimpo) engañó al resto de dioses de manera que de los sacrificios animales que los humanos hacían, sólo quedarían huesos para los primeros y carne para los segundos. Zeus castigó a los humanos negándoles el fuego a lo que Prometeo, obstinado, reaccionó restituyéndoselo. Como contrapartida, El Rey de los Dioses pronunció las siguientes palabras, previas a la constitución de la interpelada: “Yo a cambio del fuego les daré un mal con el que todos se alegren de corazón acariciando con cariño su propia desgracia”.

Entonces Zeus ordenó modelar una figura femenina de arcilla, a la que luego daría vida y que tendría una belleza más allá de lo que un humano hubiera nunca conocido, con lo que ninguno podría resistirse a ella. Sin embargo, en su interior albergaría maldad, mentiras y un carácter cortante. Dulzura y cariño también daría; pero vileza y desgracia cargaría. Una femme fatale ambigua, a los ojos de los expertos, pero majestuosa a los inexpertos. Sería la primera mujer bajada a la tierra.

Todos los dioses participaron en la gestación del molde: Afrodita cedió su belleza; Apolo la dotó de don para las artes; Hermes le proporcionó astucia y una sugerente voz. Finalmente, llegaron las dos cualidades estratégicas: Zeus dio su toque final proporcionándole insensatez y Hera acabó de cerrar la maniobra, regalándole curiosidad. La llamaron Pandora, que significaba “llena de dones”. Le dieron vida y la bajaron a la Tierra, donde vivió muchos años con aparente normalidad, acomodándose sutilmente en las estructuras de los pueblos humanos. Sin embargo, no bajó sola.

Le entregaron para llevar consigo un ánfora, una especie de vasija o caja (de aquí viene la expresión “Caja de Pandora”) y le instaron a que nunca, jamás la abriera.

Sin embargo, Hera había inculcado fuertemente la curiosidad, así como Zeus la insensatez. Pandora cayó en la trampa, pues para ello había sido creada, y arrepentimiento no conocía. Abrió el ánfora, dejando desaparecer todo lo bueno que otrora los hombres poseyeran. Al final la cerró, quedando sólo dentro la esperanza, y la venganza de Zeus sobre los mortales se consumó.

LILITH. De repudiada y vilipendiada a símbolo de revolución.
Lilith
Victoria Holt

En pleno siglo XIX, justo cuando las femme fatale de la literatura empezaban a ser impresas, cambió la estrella de la otrora considerada como mujer fatal de la antología bíblica, quizás la mayor de todas dentro del llamado Libro Sagrado. Entonces fue ensalzada como referente feminista, que quería romper con el estereotipo de la mujer temerosa de Dios, sumisa trabajadora del hogar y que quería ser capaz de relacionarse con cuántos hombres quisiera. En ese sentido, no dejó de ser femme fatale a los ojos de los hombres, aunque hubieran pasado centenares de años.

Su mito religioso no deja de ser un cliché en las actuales relaciones sentimentales: fue la primera mujer de Adán (antes que Eva), que se enamoró de ella por empuje de Dios pero también por su carácter rebelde y peligroso, que atrajo al joven e impresionable Adán. Sin embargo, la novedad que era Lilith pasó y la pareja retomó el sentido común. La mujer abandonó el Edén al negarse a colocarse debajo en la postura sexual y fue cuando empezó su leyenda.

Se cuenta que fue a parar al mar Rojo con demonios. Su hermosura y su aspecto la convirtieron en envidiada y peligrosa: larga melena rizada y rojiza (se coloreó así al salir del Edén), utilizaba su angelizado estilo como arma de seducción. Lilith veneraba el semen; lo capturaba como si fuera una presa escasa mientras los hombres soñaban (polución nocturna), o mediante el adulterio, de manera que nunca se desperdiciase ningún fluido. De esa manera quedaba preñada y manejaba a sus hijos a su merced, alejándolos del “buen camino”. Con estas descripciones, no es arriesgado asumir que Lilith puede ser el primer estandarte del movimiento de la misoginia.

Fue la contrapartida de la Virgen María: mientras ésta representaba la pureza, el saber estar dentro de la familia tradicional y la castidad, Lilith simbolizaba la perdición. La campaña de la Iglesia que la definía destacaba también a María como método de salvación, una vez se había pecado, y relacionaba a Lilith y Eva con la serpiente. Conocida es la imagen de la Virgen y el Niño Jesús pisando una serpiente…

17 de abril, Pau García González (Quelibroleo)

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