8 consejos de William Faulkner para jóvenes escritores

8 consejos de William Faulkner para jóvenes escritoresWilliam Faulkner fue reconocido con el Premio Nobel de Literatura a los 52 años de edad (1949) y cuando ya había escrito grandes obras que le habían concedido la fama internacional: El ruido y la furia (1929), Santuario (1931), Las palmeras salvajes (1939) y El villorrio (1940), entre otras, además de una buena colección de relatos. Después cerraría la Trilogía de los Snopes con La ciudad (1957) y La mansión (1959).

Del discurso que pronunció este autor perteneciente a la Generación Perdida norteamericana -al igual que Ernest Hemingway, John Steinbeck y Francis Scott Fitzgerald, entre otros- destacan sus palabras para orientar a los jóvenes escritores. Hemos rescatado estos consejos que resultarán útiles para escritores -jóvenes o no- y también para los grandes lectores y amantes de la escritura.

Su afán por ayudar a los autores noveles era tan sincero que el de Misisipi utilizó parte del dinero del premio para revitalizar el Premio PEN/Faulkner para jóvenes con inquietudes literarias.

1. El honor de recibir el premio no va dirigido a su persona sino por la originalidad de su obra.

La obra de toda una vida en la agonía y vicisitudes del espíritu humano, no por gloria ni en absoluto por lucro sino por crear de los elementos del espíritu humano algo que no existía. De manera que esta distinción es mía solo en calidad de depósito.

2. Aprovechó el privilegio de dictar un discurso en el premio Nobel para que lo escucharan los jóvenes escritores y algún día uno de ellos ocupará su lugar.

Hombres y mujeres jóvenes que se dedican a la misma lucha y afanes entre los cuales ya hay uno que algún día se parará aquí donde yo estoy.

3. Las dificultades del presente se explican por los miedos generales que después de sufrirlos duran tanto tiempo ya no se perciben como tal.

Sufrido por tan largo tiempo que ya hemos aprendido a soportarlo.

4. Los mejores temas de la buena literatura son sobre problemas de los sentimientos contradictorios del corazón humano.

Únicamente sobre ellos vale la pena escribir y justifican la agonía y los afanes.

5. Escribir sobre las eternas verdades universales que evitan que las historias sean efímeras y fracasen, esto es: el amor y el honor; la piedad y el orgullo; y la compasión y el sacrificio.

Aprender que la máxima debilidad es sentirse temeroso; y después de aprenderlo olvidar ese temor para siempre.

6. Hay que hablar de amor y no de sensualidad que son las derrotas donde no se pierde nada de valor, las victorias sin esperanzas y -lo peor de todo- sin piedad ni compasión. De este modo, dará a conocer penas que no serán universales y, por lo tanto, no dejarán huella. Caerá en el error de escribir de las glándulas y no del corazón.

Mientras no lo haga así continuará trabajando bajo una maldición. […] Mientras no capte de nuevo esas cosas, continuará escribiendo como si estuviera entre los hombres solo observando el fin de la humanidad.

7. El hombre es inmortal porque puede prevalecer gracias a que tiene un alma y un espíritu capaces de sentir compasión, sacrificarse y perseverar.

El deber del poeta y del escritor es escribir sobre esos atributos. Ambos tienen el privilegio de ayudar al hombre a perseverar, exaltando su corazón, recordándole el ánimo y el honor, la esperanza y el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han sido la gloria de su pasado.

8. El poeta no debe escribir la historia del hombre, sino partir de esta para hacerse escuchar incluso después de muerto.

La voz del poeta no debe relatar simplemente la historia del hombre, puede servirle de apoyo, ser una de las columnas que lo sostengan para perseverar y prevalecer.

Valencia, 2 feb. (Àngels S. Amorós, Quelibroleo)

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