He tenido suerte con este libro, porque me ha gustado, y mucho. Es realista, totalmente transparente en cuanto a las descripciones de estados de ánimo y capta con bastante claridad el perfil psicológico del protagonista, que se embarca casi llevado por la inercia, en un viaje hasta Siberia para adoptar un niño Héctor es un arquitecto de cuarenta y dos años que tiene una aventura con Ann, una estudiante guapa y joven. Pero su matrimonio aún sigue en rodaje, sigue enamorado, aunque no lo reconozca, y su mujer le llama un buen día para pedirle un favor: seguir adelante con el proceso de adopción que iniciaron cuando las cosas iban bien entre ellos. Empieza toda una reflexión de vida para Héctor que tendrá que enfrentarse a muchos sentimientos encontrados y luchar en lo profundo de sí mismo para salir airoso de las dudas e inseguridades. Quizás la clave de ese “encontrarse a sí mismo” esté en los dieciséis mil trescientos doce kilómetros que les separan de Dimitri, su hijo.
hace 2 años