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CUSTODIOS DE LA TIERRA LAVERA, JORGE ALEJANDRO

Nota media 7 Muy bueno 1 voto 1 críticas

Resumen

A la humanidad se le ha acabado el tiempo…Los últimos sobrevivientes atlantes, que viven escondidos entre los humanos, deciden crear en secreto tres ciudades utópicas y pacificar la raza humana antes de que la Tierra sea destruida por la polución. La traición y la venganza interfieren con sus planes, provocando una hecatombe. Lo que queda de la humanidad depende para sobrevivir de una tecnología escondida por decenas de miles de años, antes de que todos conozcan finalmente a su Creador.

1 críticas de los lectores

7

GUSTARÁ: A los que abracen el sentir de los altos ritmos narrativos de la ciencia-ficción y las mezclas aparentemente imposibles entre pandemias víricas, endiablados cócteles genéticos, semidioses atlantes milenarios y personajes que avanzan siempre raudos en la carrera de su realización. NO GUSTARÁ: A los amantes de la ciencia-ficción clásica, ordenada, formal, compleja y metódica. RESEÑA: En el mundo de la ficción, “El monstruo de Frankenstein“, “El Golem“, “Pinocho“, los científicos desorientados de “Prometheus” en la búsqueda de los Ingenieros, Jodie Foster en “Contact“, (basada en la homónima novela de Carl Sagan), el astronauta David Bowman de “2001: Un Odisea del espacio“, (basada en la homónima novela de Arthur C. Clarke), o el agente Deckard en “Blade Runner”, (basada en el libro ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick), han interactuado siempre con la búsqueda y comprensión última de su creador. En el mundo real, el panorama es exactamente el mismo. La ficción no hace más que dar voz a las grandes preguntas que nos realizamos los humanos desde que habitamos, de prestado, este cada vez menos Planeta Azul. La obra de Jorge Alejandro Lavera, explora de nuevo lo que tantas veces ya han abordado los grandes clásicos de la ficción postapocalíptica como Stephen King en “Apocalipsis o La danza de la muerte“, George R. Stewart en “La tierra permanece”, Richard Matheson en “Soy leyenda”, J.G. Ballard en “El mundo sumergido”, Robert McCammon en “El canto del cisne”, etc, pero esta vez entroncando esta situación final de la supervivencia de los últimos humanos con el papel desarrollado en este Apocalipsis por diversos visitantes, creadores, supervisores, o como en este caso, custodios. Todo se irá revelando. Las novelas de ficción postapocalíptica ponen a prueba al escritor. Normalmente están divididas en dos partes: “Caída de la Humanidad” y “Renacer”. La primera parte es en la que todos los autores normalmente transitan con notable pericia; el mundo cae fruto de un virus, de armas nucleares, o de la contaminación, el motivo es lo de menos. Se exponen sobre el tapete una serie de personajes y de cómo consiguen pasar de una situación cotidiana, a la supervivencia más cruel durante el peor de los desastres conocidos. El problema viene en la segunda parte. ¿Cómo contar con riqueza y realismo un mundo reducido a escombros?, (por cierto, magníficamente descrito por Cormac Mccarthy en “The Road / La carretera“). En esta segunda parte se dirimen los problemas morales, religiosos, normativos y filosóficos resultantes de crear un nuevo orden, partiendo de parámetros y acontecimientos totalmente nuevos. Es en esta segunda parte donde creemos que Jorge Alejandro Lavera camina por demasiados vericuetos sin ceñirse a un plano narrativo concreto. Pensamos que quiere contar muchas cosas y le falta tinta para ello. Hay una sensación de atropello narrativo o “déjà vu” en varias ocasiones. Los personajes evolucionan excesivamente rápido. Si bien en la primera parte estamos antes puros supervivientes con las limitaciones propias de su condición y experiencia, pasada la mitad de la novela estos valientes, pero al fin y al cabo desvalidos personajes, cobran demasiado protagonismo, que aún con su justificación, nos parece una decisión desacertada. Siendo una novela de ciencia ficción no podemos desdeñar el ingente esfuerzo del autor por llevarnos por medio mundo, rastreando unos acontecimientos que vienen de muy lejos, mezclando con lúcida creatividad, la mitología, la religión y la eugenesia, con las eternas preguntas que se plantea el género humano. Todo ello con la crítica velada y feroz, sobre el papel del hombre en el destino de un mundo que agoniza por la contaminación y la superpoblación. (Temas ya apuntados en “Inferno” de Dan Drown, “Hijos de los hombres” de P.D. James o ¡Hagan sitio! de Harry Harrison. Todas ellas llevadas al cine, esta última bajo el nombre de “Soylent Green” o “Cuando el destino nos alcance“). Mención especial a las interesantes preguntas que nos genera el autor sobre la genética y los caminos que transitamos en el desarrollo y supervivencia de las distintas especies que pueblan el universo. ¡Atencion “spoiler”!. (La raza humana no es el centro del universo como veremos). Pensamos que en líneas generales la novela que estamos abordando necesita seguramente una mayor profundización en la descripción espacial, ya que en ocasiones nos perdemos en ciertas escenas por falta de una planificación gráfica más concreta. Ocurre que casi nos conocemos más a fondo el crucero MSR Grandiosa que la ciudad de Rho, cuando lo que realmente querríamos es tener a mano los planos de una ciudad que nos publicitan como insuperable pero que realmente se nos escapa su contenido. También encontramos al “Deus Ex Machina” haciendo un gran aporte al sinsentido narrativo con un personaje que aparece de la nada en los últimos compases de la narración y que, a nuestro juicio, no cuadra en la lógica del momento, aunque sí es cierto que encierra su propio sentido intrínseco. La presente novela de Jorge Alejandro Lavera, al que le auguramos la mejor de las suertes en la futura continuación de la presente obra, debe ser tomada desde un punto de vista cinematográfico, más que desde la óptica de la literatura de profunda introspección acerca del sentido último de la existencia. Preguntas hay, pero no lastran ni frenan la narración. La acción se desarrolla sin descanso y los protagonistas, sobre todo los femeninos, toman las riendas de una manera casi omnímoda. Habría, eso sí, que pulir ciertos pasajes azarosos y renuentes. Dentro de 1000 años nos volveremos a encontrar, la lucha aún no ha terminado.

hace 6 años